martes, 10 de julio de 2012

Ida y vuelta a Fuente Vaqueros



El sábado pasado salí con mi padre (Fernando C) para Fuente Vaqueros desde nuestra casa, en Parque Almunia, unos 45 kilómetros. Era una etapa muy llanita, pero como hacía bastante que no cogía la bici era muy buena para volver a acostumbrarse. Salimos temprano, sobre las ocho y cuarto. Una agradable brisa veraniega te daba de lleno en la cara, con una sensación de fresquito comparable a la primavera. Hicimos un poco de carretera para llegar al carril bici de al lado de la autovía, y de allí cruzar al lado opuesto de la autovía, en un caminito de tierra que te aleja de la perfección de la acera, carretera y carril bici, y te prepara para el sendero por el que haces todo el camino.

 Llegados a un punto, abandonamos el caminito girando a la derecha en dirección a la fabrica de Puleva, aunque para llegar hasta allí hace falta tirar por un camino que acompaña al río, divido por una especie de acera y un sendero (el camino, no el río, eh). Cuando pasamos la Puleva llegamos a un camino diseñado por el demonio que me odia. Tres kilómetros de piedras, baches, baches llenos de piedras, que yo con mi bici cada vez que pasaba por uno iba maldiciendo a mi padre, en su bici y en sus malditos amortiguadores. Para chulearse más, me dejó montar en su bici, pero a los cinco minutos no pudo soportar mi bici más, y reclamó la suya. ¡Jolines con los amortiguadores! Tras pasar los baches, mis manos temblaban solas de sujetar el manilla (no exagero, cinco minutos dando eses como un borracho con las manos temblando). Tengo dos moratones impresionantes , y en ambas palmas.

 Después de dejar atrás esa tortura, nos tiramos los 12 kilómetros restantes por caminos sin apenas baches, tiempo para acostumbrarme al sillín, que me lo coloqué más arriba, y para beber agua sin parar, pues aunque no hacía calor, la brisa agradable de verano dejó paso a un viento algo seco que no refrescaba nada.

 Llegamos a Fuente Vaqueros y preguntamos a un chaval por alguna cafetería, nos dio la dirección y allá fuimos, dispuestos a un buen desayuno. Encontramos una cafetería muy bien situada, pues aparte de tener un sitio ideal para dejar las bicis, a diez metros había un excelente puesto de churros. Al camarero no le importó que nos los comiéramos allí, y para acompañar a los churros pedimos un batido y un zumo (seguro que adivináis para quien era el batido). Tras reponer fuerzas y echarnos las fotos que Fernando tiene que echar en cada salida, decidimos volver para que no se nos echase la hora encima.

 A la vuelta todas las zonas con sombra, o casi todas, en la ida, estaban soleadas, y para colmo mi espalda me empezó a matar. Entre que hacía un siglo que no cogía la bici, los baches y que la etapa era muy de espalda (es lo que me aseguró Fernando), tuvimos que parar dos o tres veces para que estirase de la espalda con un par de estiramientos muy buenos. Finalmente llegamos a mis queridos tres kilómetros de baches para desembocar en el carril bici. Cuando llegamos a mi calle me entró el gen competitivo y me marqué un sprint sentado digno del Tour de Francia ( y todo el rato sentado!!!). Mi padre no pudo ni pisarme la rueda de atrás. Llegamos a casa y nos dimos un buen baño para descansar y relajarnos un poco.

 Os dejo el vídeo que he hecho (si, YO, no mi padre).



1 comentario:

  1. Dan ganas de coger la bici al leerlo! El video también muy chulo. Pasadlo bien hoy en la playa. Tu tío Luis

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